Conjunto de oficina Der Neue Zollhof en Düsseldorf, formado por tres edificios revestidos cada uno de un material distinto: ladrillo, estuco blanco y chapas de acero inoxidable pulido

Fuente: La Vanguardia

Las dos últimas obras realizadas por Frank Gehry (1929) en Alemania demuestran que sigue siendo uno de los maestros de la arquitectura contemporánea, con una capacidad inagotable para inventar formas y transformar tipologías.

Frank Gehry ha integrado en su obra distintos mecanismos surrealistas dentro de un método que, como el paranoico-crítico de Salvador Dalí, consigue catapultar lo irracional y creativo con los medios de la razón y la técnica. El método paranoico-crítico se basa en manipular mediante la participación crítica de la inteligencia todo el material inédito, excéntrico e irracional perteneciente al mismo terreno del subconsciente y la locura. De esta manera, continuando las pautas de la arquitectura orgánica, Gehry ha sacado el máximo partido de los recursos surrealistas, como el “objeto encontrado”, el collage o el espacio onírico, aprendidos esencialmente a partir del pop art norteamericano. Su sabi-duría y creatividad le han permitido demostrar que el éxito del Museo Guggenheim en Bilbao (1991-1997), obra cumbre de finales del siglo XX, no fue una casualidad.

El Guggenheim de Bilbao culminaba experimentos realizados previamente, como el Museo Vitra (1987-1989), en la localidad alemana de Weil am Rhein, con sus tres salas de espacios concatenados y fluidos, sus formas recortadas y violentadas, y sus colecciones de sillas flotando o dispuestas en los muros; y el Museo de Arte Frederick R. Weisman en la Universidad de Minnesota (1990-1993), una caja prismática que aloja una serie de salas iluminadas por una diversidad de curvilíneos lucernarios y que posee, en uno de sus extremos, una fachada singular configurada por una cascada de superficies curvas recubiertas de brillantes paneles de acero inoxidable.

Ciertamente, tras el éxito del museo de Bilbao, en bastantes ocasiones Frank Gehry ha ido repitiendo sus proyectos a lo largo del mundo, pero afortunadamente, en algunas ocasiones ha sido capaz de inventar de nuevo. En Alemania ya había realizado dos proyectos de transición previos: el Centro de Comunicación y Tecnología EMP en Bad Öynhau- sen (1991-1995) y la urbanización Gold-stein Süd en Francfort (1991-1996). Ahora sus dos últimas obras alemanas son de nuevo hitos muy destacables.

El conjunto de oficinas Der Neue Zollhof en Düsseldorf (1994-2000), en la antigua zona portuaria de la ribera del Rhin, está formado por tres torres de formas orgánicas, conformadas a su vez por volúmenes curvos y escalonados, con fachadas resueltas a partir de la repetición de un mismo módulo de ventana realizado con paneles de hormigón prefabricados, que se obtuvieron a partir de unos moldes reciclables de polietileno extruido.

El proyecto de Gehry en Düsseldorf va mucho más allá de lo que se espera de un edificio de oficinas, convirtiéndose en un espacio urbano muy singular, sinuoso, como vacío dinámico creado por las masas curvas, escalonadas e inclinadas de las torres. Cada una de ellas está recubierta con un material distinto: la más regular de las tres, es de ladrillo rojo; otra, la más oriental, está revestida con estuco blanco. La más impactante, la del centro, recubierta con chapas de acero inoxidable pulido, que como un espejo refleja al infinito el conjunto.

El resultado no puede ser más sorprendente, creando un agradable y estimulante espacio urbano que parece de una ciudad del futuro y de un paisaje lunar. Paradójicamente, tal como sucede con el Guggenheim de Bilbao, el resultado no produce extrañeza, los edificios se entregan al espacio urbano sin violencia, abriendo sus interiores con grandes ventanales; tres esculturas arquitectónicas en diálogo con la ciudad.

La otra obra alemana reciente es el edificio del DG Bank (1995-2001), junto a la puerta de Brandenburgo, en la Pariser Platz de Berlín. Aquí la aportación de Gehry es de una sutileza y astucia máximas: la normativa urbanística de la plaza imponía unas condiciones de composición clásica muy estrictas, obligando a huecos de ritmo vertical y repetitivo, inspirados en la ciudad tradicional. Gehry consiguió integrarse a la normativa desarrollando toda su energía orgánica en el interior y proyectando una elegante y discreta fachada de cinco pisos hacia la plaza representativa. Un pequeño truco de medidas y de geometría le permite llevar la forma del rectángulo hasta el límite en el que el ojo humano lo perciba como un cuadrado.

En el interior las oficinas del banco se organizan en torno a un gran patio dentro del cual Gehry ha desarrollado un organismo extraordinario protegido por una cubierta acristalada de forma curva y conformado como una especie de gran ballena que se convierte en el espacio central del edificio: la sala singular de conferencias. Entre el lucernario, la rectilínea fachada interior revestida de paneles de madera y las formas curvas del organismo interior se crean riquísimos espacios de circulación y de encuentro. Esta especie de monstruo interior es un elemento recuperado por el arquitecto de un anterior proyecto no realizado: el vestíbulo en forma de cabeza de caballo que hay en la casa Lewis (1989-1995).

Conjunto inédito

La fachada posterior se desarrolla también de forma totalmente singular y sorprendente, liberada de los rígidos condicionantes urbanísticos de la plaza neoclásica. Una franja residencial de apartamentos, con la que completa el edificio, le permite a Gehry crear una fachada rítmica, de formas onduladas y escalonada, con expresionistas ventanas repetidas. Tanto esta fachada de viviendas como las oficinas en Düsseldorf son de momento los últimos eslabones de una cadena en la que se sitúa de manera relevante las formas deslizantes del edificio Nationale Nederlanden en Praga (1992-1996).

No es fácil inventar y crear obras de gran calidad y Gehry lo ha conseguido de nuevo, conformando un conjunto de edificios inédito, que crea un espacio urbano de gran personalidad y, en el caso del banco, transformando su típica solución orgánica como si girase un calcetín: la forma extraordinaria está dentro de una pulcra y engañosamente convencional caja clásica. Un estuche silencioso para una joya. Un shock surrealista: la barca es la que se ha tragado a la ballena.

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