Un dibujo que genera una mano que dibuja el dibujo de una mano que acabará dibujando… En 1948, el holandés Maurits Cornelis Escher trazó sobre el papel dos manos entrelazadas que representan el infinito, el tiempo que nunca se detiene. Es uno de los múltiples juegos ópticos que inventó este maestro de las formas imposibles y las metamorfosis infinitas que, al igual que la Alicia de Lewis Carroll, quiso descubrirnos qué hay tras el espejo.